Se supone que uno, cuando accede al
cargo de ministro, entiende las obligaciones y deberes que conlleva
el hecho de ser un cargo público expuesto continuamente a los medios
y al público. Se necesita moderación y un interés, o al menos
simularlo, por aunar voluntades y no por separarlas o crear cizaña.
He dicho que se supone, porque el ministro Wert lejos de esto, parece
disfrutar creando conflictos y enredándose en todo jaleo que se le
pase por delante, como si aún fuera contertulio radiofónico y su
meta no fuera otra que el polemizar por polemizar.
Basta solamente con compararle con su
antecesor en el cargo, el ex ministro Gabilondo, más allá de la
labor propia de la cartera, quedémonos en las actitudes y formas de
cada uno. El día y la noche, nada que ver la actitud conciliadora y
dialogante del ex ministro con la chulería y altanería del actual
ocupante de la cartera. Y es que claro, alguien tendría que recordar
al "señor" Wert, que cuando uno ostenta la cartera de
educación, es imprescindible que como mínimo, demuestre educación.,
y deje los chascarrillos, pullas y frases con doble filo para las
discusiones de bar y los amigotes, más aún si encima eres el
responsable de una reforma educativa que es un golpe de estado al
derecho a una educación pública y de garantía.
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